Retrato de un kamikaze feliz.

Por Darío Alemán Cañizares.

Un retrato de Luis Manuel Otero Alcántara es imposible excepto, quizás, para él mismo. Fácil sería pintar su pelo afro, la boca grande, las extremidades largas y su estilo fashion, desenfadado, que acepta lo mismo un traje con lentejuelas que una flor adornando su cabeza o unas uñas pintadas de rosado chillón. Sin embargo, de nada valdría dibujar los ojos sin hacerle justicia a su mirada de alegre encabronado, su expresión épica e indiferente, de “lo asumo sin miedo” y “me importa una pinga” a la vez. 

continuar leyendo…

Anterior
Anterior

“Yo amo la institución”: sobre Luis Manuel Otero Alcántara.

Siguiente
Siguiente

#00Bienal de la Habana: In Every Studio a Biennial